Una reforma constitucional tiene que responder a un sentimiento de la población, y aquí es claro que la población no quiere la bicameralidad.

Ha habido todo un embrollo en el Congreso, con jaloneos incluidos, en la votación para el retorno a la bicameralidad. Usted se ha mostrado en contra de esta alternativa, ¿por qué?

En primer lugar, yo no creo que una reforma de esta envergadura pueda ser planteada a discusión y debate entre gallos y medianoche, sin conocerse un texto antes y sin escuchar otras opiniones. En segundo lugar, la forma en la cual se ha pretendido obtener votos es inaceptable en un Congreso: nunca he visto ese mecanismo de presión. En tercer lugar, la bicameralidad no va a mejorar la calidad del Congreso. La calidad del Congreso va a depender de las personas que participan en él. ¿Los partidos políticos que no nos han podido dar 20 parlamentarios cada uno, por lo menos, que sean decentes, que no sean personas que le quiten el sueldo a sus trabajadores? ¿Nos van a dar más parlamentarios?

¿De dónde van a sacar más cuadros?

Claro, y, por otro lado, esta reforma es un engaña muchachos, porque dice que habrá 130 diputados y 60 senadores, pero que el número se podría ampliar por ley orgánica. O sea, la mitad más uno del Congreso, que es incapaz de sancionar a los ‘mochasueldos’ o sacar a los ‘Niños’, va a ser la que va a determinar cuántos parlamentarios va a haber en cada cámara. ¿Cree que se van a quedar con los 130 diputados y 60 senadores?
Además, se establece como condición para ser senador haber sido diputado o congresista. Si estuviera vivo Jorge Basadre, no podría ser senador. Es un absurdo absoluto. Lo que tenemos que hacer es buscar que las personas más calificadas entren a la política.

Eso se logra haciendo que los partidos fumiguen una serie de candidatos que proponen, porque nadie quiere estar al lado de gente que no tiene currículum, sino antecedentes penales.

Lamentablemente, muchos partidos tienen costras dirigenciales que no permiten que gente nueva postule.

Eso nunca lo he visto. Lo que no puede ocurrir tampoco es que el presidente de la Comisión de Constitución (Hernando Guerra García) crea que puede plantear alternativas que solamente él conoce y pretender imponérselas al país. Una reforma constitucional tiene que responder a un sentimiento constitucional de la población, y aquí es claro que la población no quiere la bicameralidad.

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